domingo, 17 de noviembre de 2013

Fue más fácil arrancarnos la ropa que las dudas, fue rodado, tan sencillo como la teoría atómica. O eso nos pareció, porque una vez que explotamos tan solo quedaron restos de antiguas civilizaciones y  de sus reinas y damas, y de alguna que ni siquiera llegaba a eso. Entre nudos de sábanas y mañanas tardías encontrabamos trozos de razón, cordura y responsabilidad que no eran necesarias en nuestra batalla.

Fue más fácil arrancarnos la ropa que las dudas, fue más fácil silenciar los miedos con palabras absurdas como un "si quiero"  que dejase llevar por los "y si's". Y tras esta guerra que perdimos o ganamos las dos, miro alrededor y tan solo veo un desierto de ropa esparcida por el suelo, una cama desecha, dos cuerpos desnudos que se alejan dejandose llevar por un ambiente muy cargado de buenas costumbres y dulces rutinas flotando sobre ese mar de caos de celos y envidias, y dos ejercitos totalmente destruidos pero rearmandose para volver a comenzar la guerra.

Fue más fácil arrancarnos la ropa que las dudas, pero terminamos arrancandolo todo, hasta un pedazo de carne formado por aurículas y ventrículos que sustituimos por una parte de la otra que complementan nuestros inertes cuerpos tras este último asalto.